| Buenas intenciones, efectos limitados por Gonzalo Rojon |
| La semana pasada, la Comisión Nacional Antimonopolio resolvió un procedimiento relacionado con la falta de competencia en el mercado de sistemas operativos móviles, derivada de ciertas prácticas comerciales asociadas a Android. En particular, la autoridad aceptó compromisos orientados a eliminar restricciones contractuales que, desde su perspectiva, limitaban la competencia y la entrada de alternativas tecnológicas en el mercado de dispositivos móviles.De acuerdo con la propia Comisión, esta decisión tendría efectos positivos claros. Para los consumidores, implicaría una mayor diversidad de sistemas operativos y servicios disponibles en sus dispositivos. Para los fabricantes de dispositivos móviles, supondría mayor libertad para diseñar y comercializar sus productos. Para los desarrolladores de software, abriría la puerta a un ecosistema más abierto que fomentaría la innovación y la creación de nuevas aplicaciones.El planteamiento es válido y responde a una preocupación legítima. Sin embargo, esperar que esta resolución modifique rápidamente la oferta de sistemas operativos subestima la complejidad técnica y de ecosistema que implica desarrollar y consolidar una alternativa real a Android o iOS.Eliminar restricciones contractuales es un paso correcto, pero no resuelve todo el desafío del mercado. Existen otras barreras como la complejidad tecnológica y, sobre todo, en la construcción de un ecosistema funcional, un proceso que va mucho más allá del desarrollo del sistema operativo en sí.La historia del mercado es clara. BlackBerry intentó reinventarse con BB10, un nuevo sistema operativo diseñado para competir con iOS y Android. Técnicamente era viable, pero el ecosistema de aplicaciones nunca llegó. La escasez de apps fue tan crítica que la compañía tuvo que desarrollar mecanismos para ejecutar y convertir aplicaciones de Android dentro de BB10, una solución que evidenciaba una debilidad estructural.Huawei enfrenta hoy un problema similar. HarmonyOS es un sistema operativo funcional y en China ha logrado cierto nivel de adopción. Fuera de ese mercado, el obstáculo vuelve a ser el mismo, la falta de un ecosistema global de aplicaciones. Por ello, Huawei ha recurrido a capas de compatibilidad para ejecutar apps de Android. Aun con recursos financieros enormes y escala industrial, el sistema no ha logrado consolidarse globalmente, lo que se refleja en la caída de su participación de mercado fuera de China.Microsoft tampoco logró romper esa barrera. Con Windows Phone y su interfaz Metro UI, basada en los Live Tiles, apostó por una experiencia diferenciada. Contaba además con una ventaja relevante, una base enorme de usuarios cautivos en Windows y Office. Aun así, la falta de aplicaciones y el bajo interés de los desarrolladores terminaron por marginar al sistema operativo.Esto nos regresa al punto central. Para fabricantes, usuarios y desarrolladores, la resolución no cambia sustancialmente el panorama. La oferta seguirá concentrada en Android y iOS, porque salirse de estos sistemas implica perder escala, compatibilidad y acceso a un ecosistema de aplicaciones que el mercado ya da por sentado.La competencia en sistemas operativos móviles no depende solo de cláusulas contractuales. Se construye con ecosistemas completos, escala global y redes de desarrolladores. La intención regulatoria es la correcta, pero su impacto real, al menos en el corto y mediano plazo, será mucho más limitado de lo que se plantea. |




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