El 2026 se perfila como un año de transición estructural para la economía global. En Estados Unidos, el ajuste del ciclo no viene por una contracción económica, sino por un cambio en la forma de crecer: menor ritmo de contratación, mayor productividad y un mercado laboral que se enfría sin señales de estrés severo.

2026: dólar bajo presión y peso con potencial hacia 17 por dólar

Por Paula Chaves, analista de mercados financieros de HF Markets

El 2026 se perfila como un año de transición estructural para la economía global. En Estados Unidos, el ajuste del ciclo no viene por una contracción económica, sino por un cambio en la forma de crecer: menor ritmo de contratación, mayor productividad y un mercado laboral que se enfría sin señales de estrés severo. La tasa de desempleo ha subido hacia 4.6% y la creación de empleo es más moderada, reflejando que la economía necesita menos nuevas contrataciones para sostener la actividad, en gran parte por el impacto de la inteligencia artificial y los avances tecnológicos.

Este entorno permite que el crecimiento continúe con menores presiones inflacionarias, y la Reserva Federal ha señalado que el efecto de los aranceles debería diluirse a partir del primer trimestre, reforzando un escenario de política monetaria más flexible y mayor liquidez global hacia 2026.

Para el dólar, este contexto implica un balance distinto al de ciclos anteriores. Aunque seguirá funcionando como activo refugio en episodios de volatilidad, el aumento de la productividad, la moderación de la inflación y un entorno de tasas menos restrictivas introducen un sesgo estructural de debilidad en el mediano plazo, favoreciendo la rotación de flujos hacia mercados emergentes y activos ligados al ciclo de materias primas.

En el caso de México, el panorama para 2026 combina oportunidades externas con retos internos persistentes. Por un lado, el país se beneficia de un entorno global más líquido, del macrociclo favorable para emergentes y de los flujos asociados al nearshoring, lo que mantiene al peso bien posicionado frente al dólar. Sin embargo, a nivel doméstico, el crecimiento económico se mantiene limitado, la inflación subyacente muestra resistencias para converger plenamente a la meta, y persisten factores estructurales que condicionan el potencial de expansión, como la incertidumbre institucional y los desafíos en gobernanza. Este contexto sugiere un avance económico gradual, más cercano a la inercia que a una aceleración sostenida.

Bajo este marco, 2026 podría ofrecer aún espacio de revaluación para el peso mexicano, apoyado por la liquidez global y el desempeño del ciclo de emergentes y materias primas. En un escenario ordenado, no se descartan niveles más apreciados del tipo de cambio, potencialmente cercanos a 17 por dólar, lo que también configuraría zonas más atractivas para posicionamientos de largo plazo. No obstante, la magnitud y sostenibilidad de ese movimiento dependerán de que el entorno macro interno logre acompañar de mejor forma el impulso externo.

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