Masturbación mental

Doctor en Filosofía de la Ciencia
“Reportan 59% menos muertes” versa el encabezado de una reciente nota (09/05/2020) publicada en un conocido diario, en la que se comenta alrededor de un tema que ha estado presente desde hace unos días, y que involucra a los actores de siempre: el gobierno y sus detractores. En este sentido, hace unos días un excelso amigo señalaba cómo pueden generarse algunas problemáticas respecto a instaurar a la COVID19 como paradigma de la muerte. Una de éstas, que considero ha estado poniéndose en práctica desde hace días, es el recurrir al fenómeno de la muerte por COVID19 para darle una connotación política, y usarla como “estandarte de crítica” a las acciones del gobierno.
El punto no tiene que ver con justificar las acciones del gobierno, si oculta o no cifras sobre muertos y contagios, traerá de una u otra forma sus consecuencias. Más bien, quisiera comentar sobre el uso político del fenómeno de la muerte, en el contexto de la pandemia, que es precisamente lo que diversos medios han estado llevando a cabo con el fin de desacreditar al gobierno.
El no decir toda la “verdad” al pueblo, sobre todo en situaciones de emergencia, es una estrategia siempre recurrente del poder político, la justificación clásica resulta ser: PARA NO GENERAR ALARMA EN LA POBLACIÓN. Pero, ¿qué pasa cuando una parte del llamado “cuarto poder”, pretende utilizar el fenómeno de las muertes en un estado de emergencia, como estandarte de crítica política?:Una de las consecuencias es crear más alarma en la población. Si los medios publican reportajes con encabezados tales como: “Cifras ocultas: México desatiende ola de muertes en la capital”, “La magnitud de la epidemia en México”, “Reportan 59% menos muertes”, “Los certificados de defunción apuntan a un número mucho mayor de coronavirus en México”, “México oculta “cientos o miles de muertes” por Covid-19: ‘NYT’“, etc., la población se hará una idea inicial de que la magnitud de la epidemia es mucho mayor de la que creen, y por algo, se insertará el miedo en ésta. No estaría tan mal lo anterior si precisamente se lograra que la misma población adquiera más consciencia, aunque en algunos casos provocará confusión y encono. Esto último es lo que un “cuarto poder” genera, y quizá busca al configurar discursos en contextos específicos, y con léxicos políticos.
Otra consecuencia es la polarización hacia sólo un tema. Al insertar a la muerte por COVID19 como paradigma de la muerte, y usarla como “estandarte político de crítica” por parte de los medios, el pueblo deja de poner atención en otros aspectos importantes de la pandemia, y del contexto social mismo. Entre varias otras consecuencias: se crea enojo, se incendia la relación entre el gobierno y el pueblo. El primero aparentemente pierde credibilidad, y por tanto, las personas dudan de lo que les dice. ¿Es sano eso en un estado de emergencia? Pero todavía más desafortunado, se inserta en la percepción colectiva, la idea de que “todas las muertes son por COVID19”, cuando hay muchas otras muertes, incluyendo homicidios, pero todas éstas dejen de tener importancia, sólo importan las muertes por COVID19, aunque, por ejemplo, como lo han explicado varias veces las autoridades, no toda “neumonía atípica” es una muerte por COVID19, y de aquellas hay mucho más que de las últimas. ¿Es más importante que el pueblo sepa la cantidad exacta del número de muertes por COVID19, que las acciones que debe emprender, disciplinadamente, para evitar dichas muertes?
Una consecuencia más es lo paradójico de que, o bien los medios adquieren más credibilidad, o la pierden. El buscar un tajo político, lucrando con una situación seria como las muertes por COVID19, no es ético. Todos sabemos eso. El problema es que si lo dice un medio “respetable”, aunque lo que diga no esté muy bien documentado, hace que el lector no identifique tan fácil el trasfondo de la información que le están proporcionando. Publicar una nota “incendiaria” en un momento específico, claro que traerá más difusión al medio, sin embargo, éste adquiere inmediatamente más responsabilidad, puesto que no es lo mismo cuestionar a un gobierno que a un individuo, a una empresa o asociación, y de todos modos, en cualquiera de los casos, se deben dar argumentos sólidos, datos. Por ejemplo, si el medio dice: “según datos (pero no los proporciona) de documentos a los que tuvo acceso este medio…”, “de acuerdo al testimonio de Juanito H. (¿anonimato?), la situación…”, y así, tal medio deja ver poca formalidad y rigurosidad, tanto de su investigación como de sus fuentes. ¿Por qué entonces creer que el medio dice la verdad y no el gobierno?
En fin, que mejor lo dejo aquí, porque la muerte es un asunto serio. Sólo recordemos que no toda “realidad” gestada en los medios, en la web o las redes sociales, representa fielmente a la REALIDAD, a lo que realmente está sucediendo.