Mas… turbaciones Mentales. Serie semanal.

Doctor en Filosofía de la Ciencia
Provengo de un barrio popular, de esos poblados de personajes como el padre de familia de 5 o más miembros que trabaja todo el día, y apenas obtiene para comer; donde existen personajes como el vecino que se dedica a atracar en los micros, y cotorrea como si nada con chavos y señores, echándose unas cervezas en la esquina de la cuadra, donde además también puede echarse un “gallo”. ¡Sí!, un barrio donde crecí preguntándome si el mundo se reducía sólo a esa versión… Precisamente, esa y muchas otras preguntas, algunas de éstas ya respondidas, son las que me llevan a comentar sobre algo que creo es la causa de que muchos de los que provienen de lugares, contextos y atmósferas como éstas, no logren avanzar. Creo que todo se reduce a la manera en que suelen pensar las personas, es decir, a que acuñan lo que llamaría: una “psicología del hoyo”, la creencia, entre otras cosas, de que por más que lo intentes, las cosas seguirán igual; la creencia a su vez de que “quien tiene ideas progresistas, se cree mucho”; la creencia, por tanto, de que “las cosas extraordinarias no están hechas para uno.” No se me malinterprete, no deseo hablar de la mediocridad, pues ésta se encuentra en todos los contextos socio-económicos, sólo hay que ver la mediocridad de aquéllos y aquéllas que teniendo todo a su favor, simplemente se dedican a no hacer nada interesante e importante con su vida.
Anécdotas de dicha psicología existen muchas, en mi misma familia las hubo y las sigue habiendo, como cuando me decían: “ya deja de leer, te vas a volver loco”; “no me vengas a sonsacar a mis hijos con tus ideas, yo los educaré a mi manera…”; “la gente como tú, que estudia y se siente mucho, no cree en nada, uno tiene que creer en la iglesia porque no hay de otra…” Lo que me lleva a una pregunta básica: ¿por qué la mayoría de las personas de dichos contextos, a pesar de tener los medios, no salen de ahí? Conozco a muchos amigos de mi exbarrio, con los que crecí, y que de una u otra manera han salido adelante con sus negocios, pero a diferencia de mí, ellos siguen viviendo ahí, en el mismo lugar donde exponen a sus hijos a que los atraquen cuando regresan de la escuela; a que miren cómo mucha gente llega a toda hora a tocar la puerta de uno de los vecinos, pues resulta que éste vende coca, crack, mota…, e incluso verán un tiroteo. Pienso que lo anterior se debe a una especie de sentido de “pertenencia geográfica”, como si se perteneciera a un clan, “y el lugar donde crecí, que quizá es el único que conozco, me dice que lo mejor es no complicarme las cosas viviendo en otro lugar, pues a fin de cuentas ya conozco cómo funcionan las cosas aquí, y puedo sentirme un ‘rey en el barrio’.” ¿Será que la misma psicología que uno acuña no nos permite ver más allá? He conocido a chavos y chavas con más capacidad que muchos otros que crecieron en medios desahogados, pero que su misma manera de pensar los lleva a quedarse en el mismo lugar donde nacieron y crecieron, y que lo más probable, será el mismo donde nacerán y crecerán sus hijos. Son los mismos chavos que piensan que “cruzar el charco” es como un sueño inalcanzable, cuando cualquier “hijo de vecina” lo hace; que conocer a “gente famosa de la televisión” es resolver algo de la vida. Esa psicología del hoyo es la encargada de mantenernos a raya, ya que resulta más fácil pasarse la vida quejándose y añadiendo el “hubiera” a nuestro discurso, que esforzarse y realmente emanciparse de muchas maneras de pensar y concebir las cosas, las cuales han sido como un “pan de cada día”.
En la psicología del hoyo no hay lugar para nuevas ideas, para nuevas maneras de pensar y actuar, “se acepta lo que se tiene y lo que se observa, y todo eso es lo único que existe…”; no hay lugar también para los riesgos de enfrentarse a otros contextos, pues lo mejor es el terreno de confort, es decir, las incertidumbres no aplican ya que implican un riesgo. En la psicología del hoyo, todo aquello que implique un cambio es una amenaza, como amenazas son las personas que propugnan por un cambio.
Finalmente, muchos podrán decir que el que la gente no progrese sólo está relacionado con su poca capacidad, con su falta de cultura y conocimientos, con su falta de temple…; yo creo que sobre todo tiene que ver con que se aprenda a levantar la voz, con que uno se atreva a cambiar a sí mismo y a cualquier cosa, el problema comienza cuando te hacen creer, y lo crees, que llevas la psicología del hoyo hipostasiada en el espíritu.
PD Cabe aclarar que entiendo por progresar no aquello que implica un aumento de nuestras condiciones materiales, sino un aumento de nuestras condiciones espirituales, intelectuales y territoriales, si se comienza por ahí, lo material llegará por default.
Es muy cautivadora la idea del “Hoyo” y cómo se auto encarcela el individuo en la caja de espejos del pensamiento colectivo: “si le mueves, hay más probabilidad de que te vaya mal, de que te vaya bien”.
Lo curioso de éste comportamiento es el efecto al que llamo “Dilo en voz alta”, ésta reacción que la gente tiende a presentar cuando le pides que diga en voz alta un pensamiento autorepresivo como “es que no tengo de otra”; cuando lo dice frente a otra persona que representa de algún modo una supuesta “superioridad” ya sea económica, moral, social o incluso racial, le cuesta trabajo expresarlo, dice palabras distintas o simplemente no dice nada por “pena”, ese efecto de decirlo en voz alta frente a alguien que representa lo contrario (osea, que si tiene de otra) lo confronta consigo mismo y se da cuenta que no puede decirlo en voz alta, por que si existen posibilidades de cambiar su pensamiento, pero tienen tan anclada la psicología del “hoyo”, que buscan desesperadamente otras formas de expresar la legitimidad de su propia decadencia espiritual y humana, es tan difícil que se enfrenten a sí mismos, se autodescubran y acepten que las ideas que les pasaron de generación en generación fue su responsabilidad hacerlas propias y que en realidad siempre tuvieron la opción de cambiar y vivir con más plenitud que en la constante excusa.
Excelente reflexión la del artículo.
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